DE REYES SIN REINAS

Desde la época de los reyes de Edom hasta hoy, el Mundo del Caos se encuentra en un estado de inestabilidad y prefiere revolcarse eternamente en el pantano de la soltería…


En toda buena historia de reyes, uno puede suponer que también hay una reina. Simplemente no parece apropiado que un rey esté solo. Sin embargo, en la Torá hay por lo menos un lugar donde los reyes no han seguido este protocolo básico.

“Y estos son los reyes que reinaron en la tierra de Edom, antes que reinara un rey de los hijos de Israel.” Hacia el final de la porción de la Torá de Vaishlaj, la Torá enumera los ocho reyes de Edom, y describe cómo, uno tras otro, cada uno de ellos se elevó al poder a expensas del otro: “Y reinó en Edom Bela ben Beor… Y murió Bela, y después de él reinó Iovav ben Zaraj de Botzrah. Y Iovav murió y después de él reinó Husham de la tierra de la Teimani…” Uno tras otro, la Torá describe cómo cada rey de Edom murió y el siguiente reinó. Sin embargo, de los ocho reyes siete al parecer no tenían una reina a su lado, y sólo en relación al octavo y último rey menciona el nombre de su esposa: “Y después de él gobernó Hadar… y el nombre de su esposa era Meheitavel.” Esto parece dar a entender que todos los demás reyes eran solteros, o al menos no tenían un matrimonio digno de ser mencionado.

Para entender este fenómeno tenemos que entender primero por qué la Torá menciona a estos reyes. Para adoptar un enfoque literal, el Rambán [Najmánides] interpreta que de aquí aprendemos que la bendición de Isaac a Eisav se cumplió: “Sobre tu espada vivirás”. Estos reyes de Edom eran descendientes de Eisav, y ellos conquistaron a los reyes de Seir, que gobernaron antes que ellos. Pero más allá de esta interpretación literal, hay muchas otras facetas ocultas de este episodio, a las que se puede acceder mediante el estudio de las enseñanzas esotéricas de la Cabalá y el Jasidismo. Queda claro que este pasaje esconde algunos de los secretos más profundos de la Torá.

El Caos Viene antes que la Rectificación

Rabeinu Bejaie escribe:

Desde una perspectiva cabalística, “Y estos son los reyes que reinaron en la Tierra de Edom”, es una referencia oculta al mundo que el Todopoderoso creó con la medida de juicio antes de crear este mundo, y antes de que Él revelara Su Majestad en este mundo… Porque Él creó los mundos y los destruyó hasta que Él creó [nuestro mundo] e incluyó… el atributo de la compasión, y yo no puedo explicar esto porque se trata de asuntos supremos secretos, eminentes que son de suma importancia.

Sin embargo, esas ideas que eran ambiguas y oscuras en la era de Rabenu Bejaie, fueron explicadas dos siglos más tarde por el Santo Arizal y continuó saliendo a la luz en la literatura cabalística que siguió, y posteriormente en la literatura jasídica.

En resumen, los reyes de Edom son una referencia al mundo del caos que precedió al Mundo de la Rectificación. En Cabalá, la creación del mundo se describe como un proceso espiritual de la luz infinita de Dios que descendió hasta llegar al mundo físico tal como lo conocemos. Durante este proceso fue creado el Mundo del Caos, que no perduró por mucho tiempo, sino que “se quebró y murió.” Este es el significado del dicho de los sabios “Dios crea mundos y los destruye”. El Mundo de la rectificación fue creado para reemplazar al Mundo del Caos que se quebró.

El Mundo del Caos se describe como puntos de luz que emanaron, uno tras otro de su fuente Divina suprema (conocida como “El Hombre Primordial”), pero cada una de esas luces se quebraba y moría tan pronto como surgía, porque los recipientes que las contenían no pudieron contenerlas luces. Este es el evento traumático referido en la Cabalá como la “ruptura de los recipientes” (שְׁבִירַת הַכֵּלִים, shvirat hakeilim). Este es el secreto de la frase recurrente “Y reinó… y murió”, que aparece con referencia a los primeros reyes de Edom. Cada rey representa una luz que brilla y se destruye inmediatamente. Por el contrario, observamos que la Torá no menciona que el octavo rey Hadar haya muerto (que nuevamente, es el que está casado). Por lo tanto, la Cabalá explica que representa el inicio del Mundo de la Rectificación.

Para que estas ideas sean un poco más fáciles de digerir, se puede explicar que esto no sólo se refiere a los acontecimientos primordiales del pasado lejano. Dios renueva el acto de la creación todos los días, por lo que cualquier descripción de lo que sucedió en la creación es, en cierta medida, lo que ocurre en los más profundos niveles de la realidad todo el tiempo. Por ejemplo, el servicio que tenemos que hacer en este mundo es refinar las chispas perdidas. Estas chispas perdidas son los fragmentos que cayeron y se esparcieron en el mundo del Caos que se quebró.

Esto significa que de la misma manera que el mundo espiritual comenzó con el caos, lo mismo ocurre con todo fenómeno físico, también comienza con un estado de caos antes de que llegue a su rectificación final. Esto lo podemos percibir desde el comienzo de la Torá, primero “Y la tierra era caos”, y sólo después, “y fue la luz”. Este orden puede ser identificado en muchas de las ideas generales de la Torá, por ejemplo: la oscuridad precedió a la luz, los animales precedieron a los seres humanos, los seis días de la creación precedieron al Santo Shabat; Eisav precedió a Iaacov, y “los reyes de Edom reinaron antes de que reine un rey de los hijos de Israel”; las setenta naciones del mundo aparecieron en el escenario de la historia antes del pueblo judío, y la oscura realidad del exilio precede a la redención final. Los sabios sucintamente afirman la regla de que “Primero está la oscuridad y luego sigue la luz”. Para usar otra frase cabalística que describe este fenómeno: “La cáscara [incomestible] precede a la fruta [comestible].” Una de las razones por las cuales las cosas tienen que aparecer de esta manera es que la cáscara guarda a la fruta, lo que permite que se desarrolle de forma segura hacia la madurez.

El Poder del Caos

¿Qué fue lo que hizo que los reyes del caos se quiebren y mueran? En el lenguaje de la Cabalá, en el Mundo del Caos había “muchas luces y pocos recipientes.” Esto significa que cada luz apareció en su máxima potencia y aspiraba a dominar toda la escena, inundándola con su propio matiz. En el contexto de los reyes, este fenómeno se describe como cada rey diciendo: “Yo reinaré.” Cada rey vino con todo el peso de su poder y dijo: ” Yo estoy aquí y sólo yo!” Una fuerza caótica tan tremenda como esta “rompe los recipientes”, tanto literalmente como en el sentido esotérico de la frase. Los recipientes están destinados a contener la luz –que es un principio espiritual y difícil de alcanzar por la naturaleza- y llevarlas a actuar como a una realidad tangible. Pero cuando la luz entra en estos recipientes con gran intensidad, los recipientes no son capaces de soportar la presión. En lugar de contener la luz, se astillan y quiebran.

Por esta misma razón, las luces del Mundo del Caos no pueden vivir en paz entre ellas. Un rey sólo puede aparecer después de la muerte de su predecesor, porque: “Ningún reino puede tocar a otro reino, ni siquiera por el espesor de un pelo”, y “dos reyes no pueden reinar con una misma corona”, sobre todo reyes como estos, cuyos egos inflados pretenden conquistar el territorio para sus propios fines y se extienden más allá de sus propios límites. Cuando el egoísmo es desenfrenado, simplemente tener a alguien en la vecindad parece una amenaza para la existencia de la persona.

En cambio, en el mundo de la rectificación “hay pocas luces y muchos recipientes.” Las luces aparecen en una versión más pequeña, refinada y restringida. Dado que las luces no aparecen con una intensidad tan alta, no se rompen los recipientes con su fuerza. Las luces logran unirse con los recipientes, alcanzando un estado de existencia estable que no se quiebra. Por eso, en el mundo de la rectificación todas las luces, a pesar de sus evidentes diferencias, están presentes al mismo tiempo y no hay necesidad de “morir ” antes de que aparezca otra. La paz reina en el mundo de la rectificación porque estas diferentes luces no aparecen como protuberancias individuales, porque están relativamente anuladas a su fuente. Este tipo de paz es llamada “un recipiente que tiene bendición” y así es como todas las luces se combinan en un sistema armónico que se convierte en una “personalidad” [partzuf] completa.

De la soltería a la vida matrimonial

El Jasidut nos enseña cómo los más profundos secretos de la Cábala se reflejan en la psique humana, como dice el versículo: “Desde mi carne he de percibir a Dios”. En lo que respecta al tema en discusión, ser soltero es considerado un estado relativamente “caótico”, mientras que la vida de casado es considerada como un Mundo de Rectificación.

Esta idea empieza a tomar relevancia en el caso de alguien que permanece soltero porque está psicológicamente atrapados en una cultura que no estimula a liberarse de soltería, y crear una unión genuina y duradera. A menudo se trata de personas que tienen una gran cantidad de “luz”, que quieren lograr muchas cosas, progresar, hacerse ricos y conquistar nuevos horizontes. Tienen grandes ideas y un gran deseo de autorrealización. Sin embargo, el problema es que en su mundo sólo hay una persona, “ellos solos consigo mismos”. Este es un fenómeno típico de “Yo reinaré” en el que la individualidad de la persona no le permite dejar que nadie más esté en su mundo, excepto como un objeto para ser explotado para sus propios intereses.

Esta es la razón por la cual la Torá no menciona que los primeros siete reyes de Edom hayan tenido esposas. Los “Reyes” del Mundo del Caos son esencialmente incapaces de vivir sus vidas en una auténtica relación conyugal. Lo más que se puede esperar de ellos es la creación de una sociedad de negocios rentable. Sólo el octavo y último rey, Hadar, que representa el comienzo del Mundial de la Rectificación, estaba realmente casado. Por lo tanto, sólo Hadar no murió, porque al igual que en un juego de ajedrez el rey sin reina no es capaz de correr largas distancias. Así, sin alimentar una pareja para la vida, el resultado más probable es la situación de “ahogado” y el “jaque mate” está sólo a un par de movidas de distancia.

Cuando alguien está totalmente orientado hacia sí mismo, vive en un mundo extraño, frío y distante, incapaz de hacer contacto real con su cónyuge (potencial). Para mejorar esto, debe someterse a un proceso de auto-rectificación, que comienza rompiendo todos sus conceptos erróneos actuales. El primer paso de este proceso consiste en prestar atención al hecho de que en algún lugar adentro, muy profundo, se esconde la creencia de que ” Yo soy todo y no hay nadie más que yo”, un pensamiento que no deja espacio para que nadie pase al interior. Este tipo de egoísmo obstinado cree que todos los demás nacieron para servir el ego de este individuo. 

Una vez que se ha localizado esta faceta del narcisismo, la persona comprenderá que tiene que bajar las “luces altas”, en consideración a quien quiera acercársele, para que no se “deslumbrar” con sus propias energías. La reducción de la intensidad de su ego le permite al individuo escuchar las voces de los demás. En otras palabras, en lugar de esperar que el Príncipe Azul o la Encantadora Princesa capturaren su corazón, comprende que sería mejor abrir su corazón tomando una actitud de preocupación desinteresada hacia aquellos con los que se encuentra.

El proceso de desarrollo desde el caos a la rectificación suele ser acompañado por un punto crítico de quiebre. Esto se experimenta como una sensación de renunciamiento a nuestra autoimagen, que se puede sentir hasta cierto punto como un suicidio psicológico. Sin embargo, esta situación vale la pena, porque cuando nos volvemos hacia el otro y empezamos a cultivar una relación cálida y amorosa, construimos un gran recipiente que puede contener las luces de ambos compañeros en la combinación más armoniosa. Cuando dos personas construyen juntos una relación amorosa como esta, sus energías resuenan entre sí, y la integración de sus luces llega a buen término como una “personalidad” completa en la forma de un hogar judío cálido y familiar.

De nuestro libro en hebreo Ahavá (amor), en el capítulo “El fin de la soltería”.

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