LAS CUATRO DIMENSIONES DE LA FÉ:  La Clave para la Salud Espiritual


1. Emuná: Fuerza, Fé, Creatividad y Nutrición

La fuerza de la emuná, “fé” o “creencia”, juega un rol esencial en nuestro bienestar psicólogico. De hecho, cuando es considerado apropiadamente, sirve como una base para comprender todo esfuerzo físico. Así como el cuerpo fisico vuelve a la tierra de donde se formó, el alma se dirige a su re-unión definitiva con la fuente Divina en donde ha sido concebida. En cualquier momento en particular, el estado psicológico se puede considerar un reflejo del avance de este proceso.

En el Sefer HaShorashim (libro de las Raíces) del Radak, un trabajo clásico sobre gramática Bíblica Hebrea, la raíz de la palabra emuná es descripta con 4 significados relacionados entre si:

1. “Fuerza“, como en Isaías 25:1: “Hashem, Tú eres mi Señor, te exaltaré, alabaré Tu nombre, pues has escrito antiguos consejos maravillosos de tremenda fuerza”. La “fuerza” a la que este versículo se referiere intenta expresar la inalterable fidelidad de Di-s en cumplir sus antiguas promesas.

2. “Fe“, como está escrito en Deuteronomio 32:20: “… los hijos que no poseen fé”. Rashi explica así este versículo: “el esfuerzo que invertí en criarlos no es reconocible”, indicando que la fé sería la consecuencia de una nutrición apropiada.

3.”Nutrición“, como en Meguilat Esther 2:7: “y él (Mordejai) se ocupó y crió a Hadassa (Esther)”. El rol del que alimenta estriva en el uso de la propia fé como la base para brindar al prójimo un sustento consistente y confiable.

4. “Creatividad“, como en el Cantar de los Cantares 7:2: “la artesanía de un artista”. La calidad del resultado de la expresión “creatividad” se puede ver como un indicador de nuestra emuná. Esto implica la utilización completa de la actividad creativa como una herramienta para la rehabilitación de la fé dañada.

Esta ultima dimensión de fé, el aspecto creativo que se deduce del versiculo ‘la artesanía de un artista’, nos ayudará a entender la conección entre emuná, y la adquisición de la salud.

2. Salud, Fé y Creatividad

La raíz de la palabra hebrea briut (salud) es b’ro, que significa “crear”. La mejor forma de obtener y conservar la salud es a través del esfuerzo creativo, siendo el producto de este esfuerzo una expresión de la fé que hay detrás de él. Por medio de la Creación, la “artesanía de un artista”, el Santo bendito Sea demuestra Su fé en la interdependencia y la compatibilidad que hay en las raíces de los reinos físico y espiritual: ‘En el comienzo Di-s creó los cielos y la tierra’, expresando así Su fé en la armonía que se puede lograr entre el alma (los “cielos”) y el cuerpo (la “tierra”).

En su comentario de la Torá, el Rambán interpreta el termino bará como una expresión especifíca de la creación ex-nihilo, la generación del ser desde la nada absoluta, negando de esta manera la teoría de la eternidad de la materia. Aunque las fuentes cabalísticas aceptan este principio, discrepan en su identificación con el verbo bará, sugiriendo que el acto de la creación, referido en el primer versículo de la Torá, describe lo que en realidad es la segunda etapa de la Creación: la introducción del reino de la rectificacion.

De acuerdo con la cabalá, la creación necesitó de la verbalización de dos reinos distintos y contrarios. El primero, que verdaderamente fue creado ex-nihilo, es conocido como el no rectificado “reino del caos”. Por otro lado, como sinónimo del “vacío” e “informidad” universal descripto en el segundo versículo de la Torá, el reino del caos fue un preludio a la elaboración de un reino adicional, el “reino de la rectificación”, que es responsable del significado y el orden que vemos en el universo.

En el momento que fue introducido el reino de la rectificación en la Creación, el universo ya estaba lejos de ser una “agenda vacía”. En todo caso era una agenda que fue escrita en forma ilegible y que aguardaba la mano que pudiera escribir una formulación que tenga significado.

El reino colateral de la rectificación surge con este propósito, para imponer orden sobre la caótica y amorfa realidad que lo precede.

escribir el reino de la rectificación, no puede referirse sólo a las realidades ex-nihilo como sugiere el Rambán.

La identificacion de B’riá con rectificación toma en consecuencia, en la Creacion, el carácter de una intervención terapéutica.

Como un mecanismo que va a restaurar el orden en un área previa de caos y fragmentacion, briá sirve explicitamente como un vehículo de rehabilitación y avance de la briut, la salud, del universo.

En alguna parte, incluso dentro del reino primordial del caos que surgió de la nada, existe un diseño inmutable, aunque oculto, del universo, que determinó que ese caos preceda a la rectificación en el desarrollo del cosmos. Albergada en este diseño está la imagen consumada de la Creación del ser y desde aquel entonces y por siempre sirve como modelo al que aspira el reino de la rectificación.

Este diseño, La Voluntad creativa Divina, sólo puede ser afirmado por medio de nuestra fé. Al cultivarla, la profunda raíz inconciente de nuestra alma puede acceder a ese núcleo incorrupto de Sabiduría Divina y obtener de él la inspiracion necesaria para sobreponerse al caos y la desesperación que a menudo impregna nuestro mundo interior.

3. El Efecto Terapéutico de la Creencia en la Creación Ex-Nihilo

El Tania, la obra fundamental del Jasidismo Jabad, fue descripto como un “libro de sugerencias para remediar las enfermedades del alma”. Su autor, Rabi Shneur Zalman de Liadi, el primer rebe de Lubavitch, se refiere en la sección titulada Igueret Hakodesh, capítulo 11, al efecto que tiene una emuná (fé) inadecuada o desubicada sobre nuestro estado psicológico del ser. Específicamente en relación a aquel que pone una fé excesiva en la seguridad y el bienestar material, y la desesperación que proviene de no poder lograr estos objetivos, el Tania opina:

Este asunto sólo puede ser remediado por medio de la fé verdadera en Aquel que “formó el comienzo de todas las cosas”; a través de la creencia en que la creación ex-nihilo (literalmente de la nada)… tiene lugar en cualquier período o momento, que todas las cosas creadas vienen a la existencia desde Su bendita Sabiduría que da vida a todo. Y cuando el hombre medite desde lo profundo de su entendimiento y visualice en su mente la idea de que su propio ser emerge de la nada a cada instante ¿cómo puede abrigar el pensamiento de que su vida es sufrida o está atormentada con aflicciones, ya sea de hijos, salud, sustento o cualquier otro tipo?

Contemplar el reino de la Nada, comparable a Su bendita Sabiduría, es la fuente de la vida, el bienestar y el regocijo, es el Eden que existe incluso más allá del Mundo por Venir. Este reino aparece como de maldad y aflicción sólo porque no puede ser comprendido. Pero la verdad es que el mal no desciende de lo Alto, todo es realmente bondad, sólo que no se pecibe como tal debido a la enormidad y la grandeza de Su bondad.

Esta es la esencia de la fé para la cual el hombre fue creado, creer que no hay ningún lugar vacío de El, que todos vivimos en la luz del semblante del Rey, y conformes por la fortaleza y alegría que provienen de Su vigilia porque El es bondad todo el día.

Por eso, es de suma importancia que el hombre esté alegre y se regocije en cada momento y hora, y que viva verdaderamente con su fé en Di-s, Quien le da vida y le otorga bondad en todo momento. Y aquel que se entrega a la tristeza y la pena, aquel que muestra poseer un poco de infortunio o aflicción y carece de cierta bondad, es como si fuera un hereje, Di-s libre. Es por esto que la melancolía es tan rechazada en la tradición esotérica.

El creyente, sin embargo, no se desespera ante los aparentes sufrimientos mundanos, recibe todos los asuntos de este mundo, buenos o malos, con absoluta ecuanimidad. Aquel a quien no le resultan asi se muestra a si mismo como de los “érev rav“, “la multitud mezclada”, que rinden culto sólo a si mismos… y hubiera sido mejor para él no haber nacido.

Pues el propósito de la creación del hombre en este mundo es esencialmente para probarlo con estas tribulaciones y para descubrir lo que hay en su corazón: si se vuelve a otros dioses, es decir las pasiones del cuerpo que derivan de la “sitra ájara“, el “otro lado”, o si su verdadera voluntad y deseo es vivir la vida auténtica que se deriva del “Di-s vi”…

Y si cree que vive genuinamente por estas fuerzas Divinas y que todas sus necesidades y asuntos emanan verdaderamente en todos sus detalles – no del “otro lado” – sino “de Di-s que planea cada paso del hombre”; si es así, entiende que cada cosa es esencialmente para bien, sólo que no siempre es captado de esa manera.

Y en virtud de esta creencia todo se torna bueno aún en un plano revelado, porque reconociendo que el mal aparente deriva su existencia del Bien Supremo (que es Su Sabiduría insondable, bendita sea, el Eden que trasciende el Mundo Venidero) se ve, a través de tal fé, que el mal es vuelve verdaderamente elevado y absorbido en el Supremo Bien oculto.”

En resumen, el Tania sugiere que la emuná que se logra por la contemplación de la creación ex-nihilo, liga al hombre a su fuente en la “Nada Divina”. Antes de alcanzar este nivel de emuná el hombre mora en la sombra de la “destrucción” cósmica de la realidad, provocando que le atribuyamos autonomía al reino material y a las fuerzas del mal que están asociadas a menudo con él. Pero perfeccionando su emuná el ser humano puede comenzar a ver la ciega tiranía del mal y los sufrimientos como una distorción de la conciencia producida por estar poco infundido de la fé en los orígenes Divinos de la existencia física.

Lemuná nos lleva a entender que la Nada Divina, que existe más allá de nuestra realidad fragmentada, representa la fuente definitiva de absoluta bondad de todas las cosas. Este punto de origen universal, conocido también como “origen de todos los deleites”, es lo que el Baal HaTania nos refiere como el “Eden que trasciende el Mundo Venidero”. Esta dimensión está tan por encima de nuestra presente realidad, que la única forma en que puede ser descripta conceptualmente es como la “Nada”. Sin embargo, cuando se experimenta la Nada Divina, refleja la existencia en el universo de un standard de virtud completamente incalificable, una calidad de bondad esencial y absoluta presente en el núcleo de todo ser.

4 La Interfase Oculta entre el Ser y la Nada

En el segundo capítulo de esta serie, atribuimos al Ramban lo que es aceptado generalmente como el concepto simple de la creación ex-nihilo: el rechazo a la noción de que el universo es eterno junto con la afirmación de que posee un punto de origen Divino. Sin embargo, esta fórmula deja indeterminada la siguiente cuestión: hasta que punto la creación fue un evento fijo y único que determinó las condiciones del universo para siempre, o simplemente fue la iniciación de un proceso continuo de renovación y renacimiento que tiene lugar en cada instante. La contrbución de la cabalá y el jasidismo a la comprensión de la Creación ex-nihilo es afirmar esta última aseveración.

Desde el punto de vista humano, según las palabras del Tania, “la idea de su propio ser surgiendo de la nada a cada instante y en todo momento”, se vuelve claro que todas las cosas están siendo perpetuamente recreadas a nuevo desde la Nada Divina hasta aterrizar en la realidad. En su raíz, la vida es un continuo momento presente que no está determinado por el que le precedió y al que no le concierne el que le seguirá.

Conceptos que implican extensión, tales como “proceso” o relación”, tienen poca relevancia en un universo donde cada instante en el tiempo es percibido como completamente independiente y autosuficiente. El problema con semejante argumentación es que no puede ser aferrada por la intuición humana; después de todo, el ser humano está dotado con el sentido de poseción de un “pasado”, una progresión de los pensamientos en el tiempo, sensaciones y experiencias que contribuyen a una imagen integrada y perdurable de quién somos. La visión “puntual” de la realidad propuesta arriba puede aparentar hacer añicos la premisa de causalidad que sirve como una de las asunciones básicas de la experiencia. Más aún ¿cómo se puede reconciliar la descripción de la Creación como un proceso de rectificación con una visión de la existencia que preasume que cada momento es generado nuevamente y está desconectado completamente del que le precedió?

Estas dificultades pueden ser resueltas apreciando cómo las visiones opuestas de la Creación que se consideraron arriba en realidad se complementan una a la otra. Aunque es verdad que la experiencia humana argumenta en favor de una visión de la realidad como una entidad firme y autosuficiente, nuestra creencia en la rectificación necesita reconocer la posibilidad introducir una fuerza de vida enteramente nueva dentro del sistema homeostático. Sin la energía de la Nada Divina disponible a nuevo en cada momento, cómo uno espera redimirse a si mismo, sino al universo, de las imperfecciones que son innatas de la creación? Mientras que el trabajo de rectificación tiene lugar dentro de la realidad fracturada que es accesible a la conciencia, su inspiración proviene de la Sabiduría Divina de la Nada Divina que llena la sinapsis invisible del tiempo.

A través de aferrar la superconciencia a nuestra emuná, se hace posible traer de ese reservorio la energía que necesitamos para la salud de la Creación. Sumergirnos en la dimensión atemporal de la Nada Divina trae alivio y reparo a un mundo asolado por un sentido implacable de su propia temporalidad.

La delicada y oculta interface entre el Ser y la Nada, expresada por el concepto de la Creación ex-nihilo, acentúa lo artístico de la Creación. La “artesanía artística” del Todopoderoso se manifiesta en el principio de un universo en continua regeneración. En virtud de nuestra fé en el constante potencial de rectificación de la Creación, estamos brindando la oportunidad de colaborar con Di-s en la restauración de la verdadera imagen Divina de la realidad.

5 El Reino Desconocido e Incognoscible de la Cabeza Incognoscible

El estado de emuná deriva de un reino celestial conocido en cabalá como la Cabeza Incognoscible. Es la más alta de las tres “cabezas”, o regiones psíquicas, que están incluidas en la sefirá fundamental de Keter, corona. En el lenguaje simbólico del jasidismo, keter es utilizado para representar el estado supraconciente del ser, cuyo nivel más profundo es identificado como la Cabeza Incognoscible.

En el Zohar se referiere a este nivel como la “cabeza que no se puede conocer o ser conocida”. Como alude a una mentalidad que escapa tanto al propio escrutinio como al de los demás, la Cabeza Incognoscible provee un símbolo adecuado para el estado totalmente suprarracional de emuná en el inescrutable Ser de Di-s.

A diferencia de otros estados espirituales que la conciencia puede representar de alguna forma, la emuná resiste todo intento de ser “investida” tanto en el pensamiento, el habla o la acción (las tres vestimentas del alma). No hay ningún medio de expresar su esencia o poder abstractos, y por ende no hay ningún medio de ser aprehendida por uno mismo o por los demás.

De todos los aspectos que componen el alma, sólo la Cabeza Incognoscible se resiste a tomar alguna “vestimenta”, por lo que también es llamada “la cabeza descubierta”, es decir, un estado superconciente que no puede ser verificado externamente. Análogamente, Emuná también se resiste a investirse, rechaza ser definida con las premisas de la experiencia conciente.

La verdadera emuná está basada en la “incertidumbre” de la Cabeza Incognoscible. En el momento en que se trata de expresar la fé en términos de nuestra experiencia intuitiva, ella deja de ser genuina. Un adagio jasídico expresa esto afirmando que al descubrir a Di-s, uno deja de estar seguro de cualquier otra cosa, incluyendo nuestra propia existencia. Uno es tan consumido por el conocimiento de la suprema realidad de Di-s, que incluso la simple asunción de nuestro propio ser rehusa a hechar raíces en la conciencia. Esta es la esencia del “principio de incertidumbre” que tiene lugar en la Cabeza Incognoscible. Esta vivencia de la experiencia conciente engendrada por la Cabeza Incognocible, persiste incluso cuando la experiencia aparece apoyando y acaso verificando la emuná misma. La fé verdadera debe permanecer absolutamente impermeable a las persuaciones de la conciencia, ya que sólo cuando se logra una total incertidumbre en el reino de la creación se puede verificar la realidad del Ser de Di-s.

Someterse a la incertidumbre como un camino para descubrir a Di-s representa un legado que llega hasta nosotros desde nuestro padre Abraham, el primer creyente. El fue llamado Abraham, que significa el que viene desde el “otro lado”. Todas las creencias y suposiciones de este mundo existen en un lado del fluir de la conciencia mientras que Abraham se planta firmemente en el otro. Elevándose por sobre las certidumbres de lo terrenal (Génesis 15:5), descubre la fé y a Di-s. ‘Contemplando desde la cúspide del monte Amana’: este es Abraham, de quien está escrito: ‘Y él creyó en Di-s’ (Shir HaShirim Rabba 4:3).

La determinación de Abraham de ir en pos de la fé en el Di-s único mientras estaba rodeado de una civilización pagana, lo llevó a un estado de absoluta aislación. Desde este estado de soledad devino en padre de la nación judía. El estado de soledad existencial que impuso sobre si fue un reflejó del dominio que tenía el reino de la Cabeza Incognosible sobre su conciencia. Descubrió ese punto absoluto de soledad en el alma donde la fé en Di-s donde el ser adquiere una medida incierta.

Afirma el Zohar: “cuando la cabeza de una nación está en una condición armónica, toda la nación lo está también.” Esto puede ser entendido como referido a Abraham, el primer lider del pueblo judío, pero igualmente se puede aplicar en un sentido figurativo a la Cabeza Incognoscible, la “cabeza” suprema o mentalidad que define nuestra identidad espiritual. Como generador de la emuná en nuestro alma, la CaIncognoscible nos permite adquirir soberanía sobre nuestras vidas al conectarnos con el sublime origen del ser. Cuando la emuná de la Cabeza Incognosible trabaja en forma adecuada, así lo hacen los otros poderes del alma. En cambio, si lo hace deficientemente los otros poderes se vuelven incapaces de asegurar el balance y la productividad de nuestra vida espiritual.

6 Las Tres Almas del Hombre

En el primer capítulo del Tania, R. Shneur Zalman se explaya acerca de las dos fuerzas que crean la dinámica espiritual que actúa en todo judío: El Alma Divina, esa parte de la Esencia de Di-s que mora dentro nuestro y que nos impele a trascender su naturaleza física, y el Alma Animal, la fuerza que está detrás de las emociones e instintos de la criatura humana que lo liga a lo material (el Alma Animal es llamada también “Alma Vital” o “Alma Natural”).

También se insinúa en el Tania, aunque elaborada más explícitamente en los últimos escritos de jasidut, la existencia de una fuerza intermediaria llamada Alma Racional, que busca motivar y elevar el Alma Animal filtrando la experiencia natural a través del prisma de la razón humana (mientras que el Alma Divina es una herencia exclusiva del pueblo judío, las otras dos almas son de naturaleza universal, definiendo los parámetros psíquicos para toda la humanidad. De todas maneras existen diferencias sutiles pero significativas respecto de la forma en que se manifiesta el Alma Racional en el judío). De acuerdo con la doctrina jasídica, Abraham comenzó su camino de fe refinando la emuná inherente dentro de su Alma Animal y su Alma Racional. Una vez perfeccionadas, adquirió un conjunto nuevo de poderes espirituales que conocemos como Alma Divina. Incorporó tan completamente estos poderes en su ser, que el Alma Divina pasó a ser inmediatamente una característica genética que heredó a las generaciones subsiguientes de judíos.

Estas tres variedades de alma, aunque únicas y a menudo desparejas en cuanto a sus características individuales, poseen de todas maneras una estructura interna común. Esto refleja un principio general del jasidut (parafraseado de Kohelet 7:14): “Di-s obró de manera tal que dimensiones diferentes de las realidad de hecho reflejan una a la otra”. Así se puede asumir que el Alma Animal posee un nivel de emuná paralelo a los que se encuentran en el Alma Divina y en el Alma Racional.

Cuando alcanzamos la verdadera emuná del Alma Divina, toda forma inferior de fe no parece más que una mera superstición, pero sin embargo, incluso un nivel deficiente de fe puede gobernar sobre un conjunto de fuerzas espirituales relacionadas. Consecuentemente, los niveles de emuná nativas del Alma Animal y del Alma Racional deben ser vistos como poseedores de una propia integridad, ya que sirven para el progreso del alma hacia la verdadera emuná del Alma Divina.

Lo que sigue puede servir como un esquema de esta evolución de la fe:

a) El Alma Animal produce emuná en la fuerza del Ser.

Este es el nivel de emuná que se debe cultivar durante las etapas formativas en que el hombre explora sus capacidades naturales. Su ausencia resulta en severos disturbios de la identidad, dejando al individuo con un marcado sentido de su propia impotencia y debilidad del Yo.

Aislada de una emuná elevada, la fe en el Yo puede llevar al engreimiento paradigmático retratado íblicamente por la autoproclamación: “mi fuerza y el poder de mi mano me llevaron al éxito” (Deuteronomio 8:17). Pero acompañada de la fe en el origen Divino de nuestra alma, la seguridad en si mismo no necesita mucho tiempo para ser suplantada por la confianza en Di-s. De hecho, puede proveer una base legítima y esencial para el crecimiento espiritual, como se evidencia de la continuación del versículo: “y recuerda a Di-s tu Señor, Quien es el que te concede a ti el poder para prosperar”. Los logros siguen siendo tuyos, como así también el poder de producirlos, simplemente reconoce la Fuente que te inviste con esos poderes. [Esta idea se hace evidente de las palabras del Rey David: ‘Retorna a El lo que es Suyo, porque tu y lo que es tuyo vienen de El’, y también dijo: ‘porque todo deriva de Ti, y de Tu propia mano proviene lo que ahora Te damos’ (Crónicas I 29:14)].

b) El Alma Racional produce emuná en la fuerza del Intelecto.

Este nivel de emuná comprende el origen de la fe humana en la Ciencia y la Razón. Representa la creencia en que la mente, con su capacidad siempre en desarrolo de comprender la complejidad de la existencia, nos permite en definitiva lidiar con los desafíos más acosantes de la vida.

Hay un elemento de humildad y desinterés en la búsqueda genuina de la verdad y el conocimiento que hace que esta variedad de fe sea más refinada y apreciada que la que está asociada con el Alma Animal.

Su asociación con la negación de la creencia irracional puede servir incluso para realzar nuestra comprensión de cuestiones Divinas, como la fe racionalista propugnada por el Rambam. Pero nunca puede suplantar a la emuná del Alma Divina, que permite al alma confirmar positivamente que su propia supraconciencia desciende desde el reino de la Esencia Divina.

c) El Alma Divina genera verdadera emuná en Un Di-s.

Este es el nivel de emuná al que se puede llegar sólo a través de experimentar la soledad desnuda de nuestro ser. Mientras que el cultivo de la emuná en el Yo y la Razón fija su atención en los rasgos de carácter y la inteligencia que son comunes a todos los hombres, alimentar la emuná nos guía hacia la misteriosa raíz de nuestra alma singular y única. Desde esa raíz, la emuná en nuestros origenes Divinos lleva a enriquecer las formas inferiores de fe que están asociadas a la experiencia humana.

La Interinclusión de la Emuná

Jasidut nos enseña que dada cualquier estructura jerárquica conceptual, podemos encontrar en cada elemento de ese conjunto un principio básico para identificarlo con los otros elementos. Esto se denomina el principio de “interinclusión” (hitkalelut). Esto implica que hay aspectos de nuestra emuná en el Yo, la Razón y en Di-s que se reflejan entre si.

Exploremos el espectro completo de la emuná que deriva de la aceptación de este principio:

La emuná del Alma Animal:

  1. Su expresión primaria: la creencia en la capacidad del Yo de sobrellevar las adversidades físicas y emocionales de la vida e incluso tener éxito y prosperar.
  2. Como reflejo del Alma Racional: confianza en los poderes de evaluación de la realidad que tiene nuestro ser. La fe en la razón se manifiesta a este nivel como la validación de la interpretación particular de la propia experiencia inmediata de cada individuo.
  3. Como reflejo del Alma Divina: creencia en los poderes trascendentes del Ser, aquellos recursos internos que derivan claramente de un lugar ubicado más allá del intelecto y las emociones y que expresa la influencia de nuestra Alma Divina sobre las capas más externas de la personalidad. La expresión posiblemente más significativa de esta dimensión de la fe es la capacidad de autosacrificio.

La emuná del Alma Racional:

  1. Expresión primaria: fe en la razón humana y en el poder de nuestro intelecto para evaluar la realidad y determinar la verdad.
  2. Como reflejo del Alma Animal: creencia en los axiomas de la vida civilizada promulgados dentro del medio ambiente propio. Esto deriva de la experiencia acumulada y la sabiduría de nuestra cultura nativa.
  3. Como reflejo del Alma Divina: creencia en el intelecto Divino oculto que concibió la naturaleza y toda la realidad creada. Este especto de la emuná puede ser conectada con la creencia de Di-s como Elokim, una designación que evoca el dominio de Di-s sobre la naturaleza. [Incluso el Faraón fue capaz de alcanzar este nivel de emuná, como es evidente de su respuesta (Números 5:2) al pedido de Moisés de liberar de la esclavitud a los hijos de “Di-s, el Señor de Israel”: “Yo no conozco a Di-s (Havaiá, como está esccrito en la Torá)”. Inferimos de esto que el Faraón sólo negó su conocimiento de Di-s en su aspecto de Hashem (Havaia) pero no como Elokim, el poder inherente detrás de la naturaleza].

Esta dimensión de emuná afirma que existen leyes de la naturaleza inspiradas Divinamente que son inconcientes para el hombre, leyes que son responsables de la forma en que nuestras mentes procesan la realidad. Concientemente, con su origen en un intelecto Divino universal e inescrutable, este nivel de emuná es en si un fenómeno cuya existencia sólo puede ser afirmada a través de la fe. [Algunas interpretaciones de la física moderna también sugieren que las leyes fundamentales del conocimiento conciente, por su propia naturaleza, son inaccesibles a la razón humana y posiblemente están basadas en alguna Realidad Superior].

La emuná del Alma Divina:

  1. Expresión primaria: Creencia en el Di-s único, fuera de cuya Escencia es labrada el alma judía.
  2. Como reflejo del Alma Animal: creencia en el carácter Divino del pueblo judío, quien lleva colectivamente la marca de la Divinidad en sus almas. La “fe en Israel” se expresa principalmente como una creencia persistente en la pureza y bondad innatas del alma judía.
  3. Como reflejo del Alma Racional: creencia en la Torá, vehículo del Intelecto Divino, como declara el Zohar: “la á surge de la Sabiduría de Di-s”. Más que de nuestra fe en el poder de la razón humana, esta creencia también surge de apreciar el alcance ilimitado y en permanente evolución que proviene de la sabiduría de la Tora. La comunidad de sabios de cada generación, por medio de su perspectiva individual en su comprensión de la Torá, revela una dimensión inexplorada de la sabiduría Divina que aguarda ser revelada, como se sugiere de la introducción standard del Midrash: “Abrío rabi tal y tal…”. (Las tres faces de la emuná manifestadas a través del Alma Divina reflejan la aseveración del Zohar que “Israel, la Torá y Di-s son Uno”).

En resumen, cada una de estas tres almas que posee el judío está coronada por un halo de emuná. Cada emuná del alma abriga elementos inspirados por los otros dos. Juntos abarcan 9 dimensiones que constituyen el conjunto completo de la fe judía:

El Alma Animalemuná en:los poderes trascendentes del sernuestra capacidad de evaluar la realidadnuestras capacidades físicas emocionales
   
El Alma Racionalemuná en:la sabiduría Divina de la naturalezala razón humanala moral social
   
El Alma Divinaemuná en:Di-sLa ToráIsrael

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