PARTE 10    LOS PRIMEROS FRUTOS

En el proceso de educación, la etapa de plantar es la iniciación-inspiración. El maestro toma la responsabilidad de incentivar en sus estudiantes la percepción de la Divina Providencia, sembrando en sus mentes la noción de que Di-s está decididamente dirigiendo cada momento y comunicando Su voluntad a través de los detalles de cada aspecto de la realidad. Los estudiantes aprenden que cada experiencia es una comunicación entre Di-s y el alma. Y aún más, llegan a ver, con la experiencia personal, que la motivación subyacente de Di-s es siempre el amor, aún cuando puedan sentir lo contrario cuando se enfrentar al dolor de aprender algunas lecciones por el camino difícil.

Una vez que el maestro ha inspirado de esta manera a sus estudiantes, puede ir a la fase de integración que se asemeja a nutrir las semillas hasta que se puedan mantener por si mismas. Un árbol bien encaminado puede eventualmente volverse autosuficiente, pero hasta que alcance cierto nivel de madurez, necesita el soporte y la atención de alguien más fuerte que él. El sembrador desmaleza, fertiliza, poda riega los brotes en crecimiento y la culminación de sus esfuerzos es la alegría de ofrendar sus “primeros frutos” a Di-s, reconociendo de esta manera que fueron la tierra de Di-s, Sus lluvias y Su Providencia la verdadera fuente de toda abundancia.

Similarmente, el objetivo de un educador es ayudar al desarrollo de sus estudiantes hasta un nivel de maestría y sabiduría en el cual puedan comenzar a tomar la responsabilidad de sus propias vidas. El maestro premia y castiga, estimula y aconseja, prueba y alienta a sus estudiantes a actuar en concordancia con verdades espirituales de la Torá. No obstante, también sabe que los estudiantes deben volverse independientes de él, porque sólo cuando den sus propios pasos hacia adelante, sus almas pueden comenzar realmente el ascenso de nivel en nivel, de triunfo en triunfo desde abajo hacia arriba. Sin este esfuerzo independiente desde abajo, nunca habrá frutos. El cultivador puede crear las circunstancias más saludables para el crecimiento positivo, pero eso es todo lo que puede hacer, los frutos mismos sólo provienen del árbol. Es impotente en lo que respecta a esto.

Esta misma idea es expresada en el libro de Salmos:

Los pasos del hombre están establecidos por Di-s,

Y es su senda [del hombre] la que El [Di-s] desea

Esto significa que aunque el resultado final está decretado por Di-s, de todas maneras determinar nuestro propio curso y hacer cumplir misión. La paradoja es que incluso este área de soberanía personal es sólo una respuesta a la mano conductora de Di-s que orquesta la circunstancias de nuestras vidas. La elección que hacemos en respuesta a los cambios de la vida determina si nuestro progreso es lento o rápido, terso o tedioso, feliz o doloroso. El final está decretado, pero nosotros debemos resolver cómo llegar allí. Aquellos de nosotros que estemos familiarizados con el terreno, o sea, aquellos que se molestaron en aprender primero las leyes espirituales sobre las que se basa el universo, podrán evitar las numerosas trampas y callejones sin salida que de lo contrario pueden plagar su camino y proseguirán con una mínima frustración e incomodidad. Pero aquellos que se embarquen en la travesía sin un mapa que los guíe encontrarán peligros, tribulaciones y desperdiciarán mucho esfuerzo en innecesarias idas y venidas y giros equivocados. Se encontrarán a si mismos eliminando la maleza, hachando árboles y abriendo un nuevo sendero, sin darse cuenta de que a unos pocos pasos hay uno bien señalizado y transitado.

El trabajo del educador es inculcar en sus estudiantes un sentido profundamente internalizado de la verdad y un apasionado deseo por el bien, por Di-s y su leyes tal como están escritas en la Torá. Esto les proveerá un buen mapa de viaje, porque si las elecciones de los estudiantes reflejan los valores de la torá, aprenderán a encontrar su camino con la más mínima dificultad y la máxima paz mental.

Cuando la inspiración y la integración son comparadas con plantar y nutrir un árbol, el propósito de la educación es revelado de la siguiente manera:

Primero, el maestro inspira a sus estudiantes a percibir la mano de Di-s dentro de toda la experiencia, sembrando dentro de ellos el conocimiento de la inquebrantable benevolencia de Di-s. Segundo, motiva a sus estudiantes a comenzar a actuar de acuerdo con esta información (las acciones de los estudiantes denotan que ha tenido lugar la integración).

Procediendo de esta manera, un maestro exitoso libera a sus estudiantes de ira, resentimiento, depresión y ansiedad, todos las consecuencias negativas de una apreciación incompleta de Di-s, como Amo y Director que ama cada detalle de Su creación.

La culminación de estos esfuerzos en aras de la educación es la ofrenda de los “primeros frutos” a Di-s, representado por las acciones de un estudiante que ha hecho una decisión independiente de vivir en concordancia con Di-s y Su Torá.

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