PARTE 2  EL ALMA Y LA REALIDAD

La mente es la interfase o intermediario que conecta el alma y la mente. Estamos siendo bombardeados constantemente con estímulos y sensaciones del mundo que nos rodea; la mente procesa esta andanada de sensaciones y determina cuales son las que merecen ser tomadas en cuenta, las clasifica y ordena según las prioridades y decide cuál respuesta es apropiada a cada estímulo en base a las experiencias pasadas o a principios propios.

Por lo tanto, el modo en que funciona la mente de la persona es lo que determina cómo se relaciona con su entorno. Por lo tanto, para vivir al máximo, debemos proveerla de categorías apropiadas en las cuales pensar, para procesar la realidad y relacionarse con ella. Este es un propósito fundamental de la meditación judía.

A través de la meditación, tomamos la mente indómita y la entrenamos para pensar en términos de imágenes que sean verdaderas y basadas en la Torá. Al tomar un tema a través de niveles de abstracción cada vez más profundos, alcanzamos y afectamos dimensiones cada vez más profundas de nuestra mente, transformándonos gradualmente a nosotros mismos y a la forma en que respondemos al mundo exterior e interior.

Con este objetivo, el “meditador” experimentado hará uso del espectro completo de la literatura bíblica, talmúdica, midráshica, cabalística, rabínica, jasídica y la filosofía y ética judías. Utilizará estos recursos para fertilizar el potente terreno de su imaginación y su facultad de asociación y producir un jardín conceptual multidimensional de constante evolución de ideas y penetraciones dentro de la realidad. Siendo evaluados en el contexto de las esferas mencionadas del conocimiento de la Torá, el conocimiento de la naturaleza –la creación de Di-s– también puede ser convocado para el mismo objetivo.

Metodología

En la meditación judía, nos afanamos en entender en profundidad las verdades divinas investidas en el texto de la Torá y en las maravillas de la creación de Di-s. Esto en si nos une a Di-s el Creador y a Su Torá. Entonces, procedemos a establecer puntos de aplicación entre las verdades Divinas que vamos entendiendo y nuestra vida personal.

La meditación es realzada oyendo las palabras sagradas de la Torá (si es posible en hebreo, la lengua santa) y visualizando simultáneamente las letras sagradas. Contamos las letras santas como podríamos contar joyas preciosas, una a una. Enamorados con cada letra, sin poder dejarlas –para pasar a la próxima letra- unimos las letras como flores, una a la otra, para crear un hermoso ramillete. El verdadero cariño hacia las letras de la Torá surge de llegar a comprender que el Infinito, bendito Sea, Se ha entregado a nosotros, por así decirlo, en ellas.

Con este objetivo, afirmaremos cada concepto que presentaremos en esta exposición con la cita específica de su fuente, tanto de la Biblia o de la literatura rabínica.

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