PARTE 21  DOS PLEGARIAS PARA MEDITAR

La meditación fundamental es el Shemá -la declaración esencial del monoteísmo– que en español se traduce: “Oye oh Israel, Di-s es nuestro Di-s, Di-s es Uno”. Esta declaración es seguida por otra: “Bendito sea Su Nombre cuyo Glorioso Reino es por Siempre y para Siempre.”

El primer verso proclama la transcendencia de Di-s -que El incluye toda la creación y sin embargo es infinitamente más grande que ella. Nos enseña a oír y reconocer que la esencia última e incognoscible de Di-s es idéntica a la fuerza vivificante del mundo material, incluso se expresa a través de las leyes físicas de la naturaleza. (Es por esto que en este verso en Hebreo son utilizados dos nombres diferentes de Di-s: el inigualable Nombre de cuatro letras, el Tetragrámaton, que nos es prohibido pronunciar; y el Nombre de Di-s Elo-im que aparece a lo largo del relato de la creación en el libro de Génesis y cuyo valor numérico es igual a hateva (86), “la naturaleza”.

Poder apreciar la unidad indivisible entre estos dos aspectos aparentemente contradictorios de Di-s (aquello que se encuentra por encima y no ha sido afectado por la naturaleza, y aquello que es la naturaleza) es resolver el acertijo de cómo lo “infinito” puede estar contenido dentro de lo “finito”. El proceso de crecimiento hacia Di-s es el proceso de entendimiento e internalización de las implicaciones últimas de esta verdad.

El segundo verso declara la inmanencia de Di-s, afirma que Él se encuentra presente por igual en el interior de cada punto de la realidad. Su “glorioso reino” –se refiriéndose a la perfección que existe incluso ahora, oculta dentro de la aparente imperfección de la realidad física- está, estuvo, y estará constantemente presente; el único cambio es la proporción en que es revelada por las capas exteriores de la realidad. A medida que la creación evoluciona, se manifiesta más de esta belleza interna en la superficie.

Las palabras del Shemá no son tan sólo conceptos abstractos, sino que poseen un poder verdadero. Cuando recitamos esta afirmación, en hebreo, con un entendimiento profundo, transformamos de hecho la realidad física de acuerdo con esta verdad. A través del primer verso atraemos luz al mundo, elevando su materialidad y avanzando en su propósito de ser un vehículo para la Divinidad. A través del segundo verso provocamos la revelación de ese punto de bien que vitaliza todo objeto y todo momento.

Siendo la más completa afirmación de la verdad última contenida en la Torá, el Shemá ha constituido una fuente perfecta de inspiración para los judíos a lo largo de las generaciones. Es recitado por lo menos dos veces al día y en el momento de la muerte, la máxima afirmación como último pensamiento, el entregar toda una vida de sabiduría acumulada enfocada en esta misma verdad. Debido a su concisión extrema, el Shemá es el foco perfecto para la contemplación; cada palabra es significativa y posee el poder de extraer una percepción relacionada con su sentido más profundo.

Puesto que permite vislumbrar lo que significa experimentar intimidad con Di-s, el Shemá sirve como la preparación ideal para experimentar el clímax de la plegaria Judía, la amidá (dicha de pie, es una plegaria silenciosa compuesta de diecinueve bendiciones). En la amidá, entramos en comunión directa con la más íntima esencia de Di-s. De hecho, los sabios utilizan la palabra plegaria (tefilá) como sinónimo para amidá.

La amidá integra no solamente nuestra petición personal a Di-s sino que a la vez, y en forma simultánea, refleja los deseos más profundos de Di-s para con Su creación, y así nos permite llegar a nuestra más grande intimidad posible con El. Es esta profunda comunión que constituye la verdadera esencia de la plegaria. También aquí es donde la meditación se vuelve tan útil, como ayuda para concentrarse en las palabras y sus significados; este punto fijo de enfoque crea realmente la posibilidad de comunión, y en su culminación, se convierte en el lugar de encuentro entre Di-s y el alma. En ese momento, la relación entre la persona y Di-s como “El”, que caracteriza la meditación, se torna en un encuentro con Di-s como “Tu”, que es la palabra básica de la plegaria. Entonces el verdadero enfoque en la plegaria no radica en las palabras de la liturgia, sino más bien en el “Tu” a quien son dirigidas.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *