PARTE 8    LA VOLUNTAD: ENTRAR Y ASENTARSE EN LA TIERRA

Para entender mejor el significado de voluntad, vamos a aplicar este concepto a nuestra metáfora original de entrar y asentarse en la Tierra de Israel.

La palabra hebrea para “tierra” o territorio (eretz) deriva de la misma subraíz (r – tz, reish-tzadik) que “voluntad” (ratzón). Basado en esta relación los sabios enseñan “¿por qué la tierra se llama eretz [en hebreo]? Porque deseó hacer la voluntad (ratzón) de su Creador”. Por eso la tierra, más que cualquier otro ente creado, es un símbolo viviente de la voluntad subyacente de Di-s que la trajo a la existencia. En consecuencia, el proceso doble de entrar y asentarse en la tierra debe describir un proceso semejante al de la voluntad.

“Entrar a la tierra” representa nuestro despertar a un nuevo deseo o conciencia de cierto nivel más profundo de anhelo del bien. Significa querer sólo “eso”, sin ambivalencias. El deseo focalizado es el más potente estado de la voluntad, es como un láser de luz monocromática que está tan concentrado y dirigido que puede ser usado como un escalpelo quirúrgico. En cambio, el deseo disperso es como una luz difusa que no puede brindar ni siquiera un leve bronceado.

Entonces, “entrar a la tierra” simboliza el despertar a una nueva voluntad hacia un compromiso espiritual. Es como una pasión abarcadora que, en la etapa inicial, carece de medios ordenados de expresión y por eso no tiene aún el poder de motivar en un sentido concreto. Esta es la iniciación del alma.

Para poder ponerle riendas a esta poderosa fuerza de voluntad, esta debe ser bajada a la mente conciente, contraída y dirigida a través de un marco sistematizado de expresión. Esto es similar a “asentarse en la tierra”. Este proceso se parece al mecanismo de un motor que dirige la fuerza indiferenciada de una pequeña explosión de gasolina a través del pistón, los engranajes y ejes que hacen funcionar un automóvil. La Torá, como diseño de la vida, se asemeja al ordenamiento preciso de las partes que componen un motor. Dirige esta voluntad que acaba de despertar (que equivale a la explosión de la gasolina) hacia canales positivos que promueven el crecimiento.

En pocas palabras, la voluntad se despierta por medio de una experiencia emocional o intelectual apremiante que captura nuestra atención y excita nuestra imaginación. Las meditaciones de nuestra mente crean luego un patrón por medio del cual podrá descender hacia los niveles inferiores de nuestra personalidad, provocando la emoción correspondiente y generando la acción apropiada.

El proceso de revelar una fotografía provee una útil analogía. La luz indiferenciada (la voluntad) es dirigida a través de un negativo expuesto (la mente) hacia un papel sensible a la luz (emociones) induciendo una transformación específica, de lo potencial a lo real, dando como resultado una fotografía (acciones).

¿Cuál es la lección práctica de todo esto? El educador debe enfrentar su tarea en dos niveles. Primero, debe inspirar en sus estudiantes una voluntad para con Di-s y un deseo de hacer el bien, para luego dirigir la expresión de esas pasiones hacia canales espirituales productivos. Quien conoce profundamente la naturaleza y los mecanismos de la voluntad, quien la ve como la fuerza que está detrás de todo cambio, crecimiento y aprendizaje, ajustará su método educativo en concordancia y por lo tanto más eficazmente.

De todo esto surgen dos lecciones importantes. Debe quedar claro que la voluntad no es una fuerza “personal”, sino un poder generalizado y universal, una fuerza Divina hecha accesible a la personalidad. No creamos un nuevo “deseo por el bien”, nos apercibimos de él.

En consecuencia, la educación se convierte en la tendencia natural del universo. Es el proceso de toma de conciencia e internalización, en los seres humanos individuales, del deseo de Di-s.

El maestro está encargado entonces de conducir el carruaje; no tiene la necesidad de proveer los caballos de fuerza. Un maestro que capta las implicancias de todo esto hará uso de su energía de la manera más eficiente.

En segundo lugar, el maestro debe asegurarse que la voluntad de sus estudiantes está despierta y conectada con el esfuerzo de aprender. Debe mantener deliberadamente una tensión productiva entre las ansias del estudiante y su saciedad.

Este proceso describe el esfuerzo humano desde abajo hacia arriba, desde el plano físico hacia el espiritual. Por este medio retornamos a nuestra fuente de origen. Por supuesto, siempre hay una corriente correspondiente desde arriba hacia abajo que lo precede. En el ser humano, este es el flujo de vida y de conciencia que el alma le provee al cuerpo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *